Maquillaje funerario

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El deseo por el maquillaje, siempre ha sido el denominador común a lo largo de la historia del hombre. Sus diferencias han sido las adaptaciones que se han ido haciendo a lo largo de todos estos años, es decir, usos y costumbres de cada época.

El deseo por el embellecimiento, ha sido trasladado desde la antigüedad, al arreglo funerario, cada cultura a su manera, pero con un único fin; hacer el ultimo adiós lo mas agradable posible.

La aparición de restos humanos, perfectamente colocados acompañándoles, abalorios, broches o cualquier objeto de valor para el fallecido, demuestra que desde siempre el ser humano le ha dado un valor real y simbólico a la muerte.

El funeral es la última ceremonia del ciclo familiar y, asimismo, un rito de transición importantísimo. Hasta no hace muchos años, una vez verificado el fallecimiento, el difunto tenía que estar amortajado, lavado y vestido con el traje que se había preparado él mismo y acostado con los pies mirando hacia la puerta, por el pensamiento de que no volviera a casa. Aproximadamente tres días quedaba así colocado, con una candela de Purificación, pan y agua en su lado y a la presencia de las Plañideras.

En la actualidad, la “máscara funeraria” utilizada en tradiciones muy antiguas echas de materiales nobles y que debía ocultar la descomposición cadavérica, ha sido sustituida por el maquillaje que utilizan los profesionales de la tanatoestética. Aquella máscara, además de crear un “segundo rostro” también lo escondía, y de esa forma evitaba lo feo de la muerte, mientras que el maquillaje utilizado actualmente trata de transformar el rostro, nadie quiere verse feo, todos quieren tener la apariencia de que duermen.

El maquillaje a los difuntos se ha convertido en algo fundamental para la sociedad tanatopráctica que desea transformar la muerte en la imagen de un rostro vivo, lozano, impecable; que el último dolor sentido por el difunto quede escondido detrás de una técnica y sea lo más agradable posible.

Se trabaja siempre sobre la piel bien limpia y con productos de buena calidad. Es prioritario no tocar al difunto con las manos, por ello todos los cosméticos se deben aplicar con pinceles o esponjas.

Lo más importante es la naturalidad, lo que en realidad se debe hacer es dar un toque de color respetando la anatomía facial de la persona, y con la técnica de claro-oscuro ir esculpiendo el rostro con sus luces y sombras naturales.

 Dentro del concepto de maquillaje mortuorio, los colores hay que situarlos dentro de lo agradable, hermoso, respetuoso, costumbres y culturas, aquí no valen las modas.

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